#054 Tierra Pilagá
Al finalizar la guerra de la Triple Alianza (1864-1870) Argentina comenzó la ocupación del Chaco Austral y Central, creándose la gobernación del Chaco en 1872, que fue dividida en 1884 quedando los pilagás dentro del área asignada al Territorio Nacional de Formosa.
Luego de sucesivas campañas expansivas, en 1899 el general Lorenzo Vintter inició una campaña militar al mando de 1700 hombres que llevó la línea de frontera hasta el río Pilcomayo, concluyendo con la ocupación militar efectiva del Chaco argentino. Las tierras pilagás y de otros pueblos fueron ocupadas por colonos y los indígenas que sobrevivieron a la guerra y a las enfermedades nuevas para ellos, fueron utilizados en las plantaciones de algodón e ingenios azucareros, como auxiliares de las fuerzas militares o deportados como prisioneros a la isla Martín García. Muchas mujeres y niños fueron enviados a trabajar como criados en de las familias de los centros urbanos. En 1900 Los pilagás remanentes se desplazaron hacia el interior de la provincia de Formosa y luego algunos se establecieron en la ciudad de Formosa.
Durante la primavera de 1947, cientos de familias pilagás, provenientes de distintos parajes y que regresaban desde los Ingenios azucareros de Ledesma, Las Palmas y Tabacal luego de haber sido defraudadas y estafadas por el Ingenio Azucarero de San Martín del Tabacal, propiedad de Robustiano Patrón Costas, se reunieron en La Bomba en torno a un sanador llamado Tonkiet (Luciano Córdoba) en La Bomba, a pasos de Las Lomitas y a escasos metros del Escuadrón 18 de Gendarmería Nacional. Las familias viajaron desde los parajes más distantes para escuchar las novedosas noticias sobre un Dios hasta entonces desconocido y experimentar el poder de la palabra escrita en la Biblia.
Allí permanecieron muchos días mientras más familias seguían llegando convirtiendo al paraje en un sitio de debate político y religioso del que infructuosamente se intentó desalojarlos. Luego de varios días, el Gobierno de Perón envió desde Buenos Aires, tres vagones del Ferrocarril Belgrano con ropas, medicinas y alimentos, de los cuales llegaron solo dos y con alimentos en mal estado, lo que provocó intoxicaciones masivas y muertes. Sin embargo las memorias de los sobrevivientes sugieren que los alimentos provenían de los almacenes de Las Lomitas, habituales proveedores de las Colonias Indígenas estatales, y pudieron haber sido “entreverados con gamexane”.
Durante los primeros días de octubre de 1947, los gendarmes y más tarde Abel Cáceres, un funcionario de la Dirección de Protección al Aborigen, intentaron infructuosamente desalojar a los pilagás y despejar el paraje. El 10 de octubre por la tarde, efectivos de la Gendarmería Nacional, dispararon con fusiles y ametralladoras pesadas contra la multitud. De acuerdo a los testimonios de los sobrevivientes, la matanza y la persecución de las familias por el monte se extendieron durante semanas. Durante la primera mitad del mes, un número indeterminado de adultos y niños murieron debido a las heridas, a la sed, el hambre, y en otros fusilamientos. Durante la segunda mitad del mes de octubre se multiplicaron las capturas, se utilizó la violación como arma y se asesinó no solo a adultos sino también a niños.
Un día después del primer fusilamiento, un Documento Confidencial y Secreto del Ministerio, firmado por el Director General de Gendarmería Nacional, informó al ministro del Interior, sobre un supuesto levantamiento indígena y sobre la movilización de tropas por parte del Ministerio de Guerra. El 16 de octubre un nuevo Documento anuncia que un avión ha despegado el día anterior desde la Base MIlitar de El Palomar en Buenos Aires para colaborar en la represión. El avión se detuvo en Resistencia donde se le colocó una ametralladora Colt y se unió a la tripulación el comandante de la Zona Norte, Julio Cruz Villafañe.
Las familias capturadas con vida fueron llevados a su destino final en las Colonias Aborígenes de Francisco Muñiz y Bartolomé de las Casas a donde se las “redujo” a trabajar como peones bajo la administración de la Dirección de Protección al Aborigen y la vigilancia de la Gendarmería. La prensa colaboró con el ocultamiento de los hechos de La Bomba, publicando un día después de ocurrida la masacre, las noticias de un “malón indio” atacando el pueblo de Las Lomitas. En La Prensa, Crítica y La Razón las familias pilagá fueron acusadas de haber protagonizado un “Levantamiento”, que avanzó sobre Las Lomitas asaltando a la población. Noticias Gráficas dijo que los pilagá “habrían hecho uso de armas de fuego”, y “habrían dado muerte a una mujer”, La Nación agregó que esta mujer era “cristiana”.
Casi sesenta años después, en 2005, la Federación del Pueblo Pilagá denunció el hecho y un grupo de abogados inició un juicio contra el Estado nacional por crímenes de lesa humanidad. Abierta la investigación, un equipo científico forense halló en el lugar restos de 27 cadáveres de indígenas con restos de elementos militares compatibles con equipamiento de la Gendarmería nacional.
El 14 de octubre de 1947, una de las ametralladoras que dispararon estaba a cargo de Leandro Santos Costa, en ese entonces alférez de Gendarmería. Fue felicitado por dicha fuerza por su accionar, considerándola “valerosa y meritoria”. Luego de eso se dedicó a la abogacía, y ejerció como juez. Fue integrante de la Cámara Federal de la ciudad de Resistencia hasta su renuncia en 1999, seis años antes de que se presentara la causa por crímenes de lesa humanidad. Murió impune en 2012.
El avión JU-52T-153, que había partido desde la base área de la I Brigada Aérea de la FAA, disparó a mansalva a los pobladores de la comunidad pilagá. Los disparos fueron realizados por el gendarme Carlos Smachetti, que se encontraba acompañado por otro piloto, dos mecánicos y un radioperador. La defensa de Smachetti, como único procesado, sostuvo que debía aplicarse el Código de Justicia Militar vigente en ese momento y que se había violado el principio de juez natural.